Como en la zona de exclusión de Fukushima, afectada por la radiación que generó aquella catástrofe nuclear, en Tíbet no hay quien entre. Y no será porque no se producen noticias, que con el de ayer son ya setenta los monjes tibetanos fallecidos tras quemarse a lo bonzo en protesta contra el calamitoso trato que reciben de China, la mayor masacre de la historia de la Humanidad.
Coincide el XVIII Congreso del Partido Comunista chino con estas reclamaciones que siempre caen en saco roto. El gobierno central ni se inmuta, la prensa local no informa, la extranjera hace exactamente lo mismo, y para colmo, Chen Quanguo, secretario general del Partido en Tíbet, contesta a los periodistas que “Lhasa es la ciudad más feliz de China”. Si hoy llegará una nave espacial con extraterrestres pensarían que todo el mundo se ha vuelto loco.
Gonpo Tsering, de dieciocho años de edad, se quemó ayer frente a un monasterio en la provincia de Gansu. La policía acudió rauda al lugar de los hechos donde detuvo a otros monjes y demás población tibetana, que en estos días se manifiesta en un intento vano porque sea escuchada su voz.
Si setenta catalanes se hubieran quemado a lo bonzo en respuesta al maltrato de España, hoy Cataluña no sólo sería una nación libre sino que le habrían concedido la categoría de galaxia interestelar. Pero en España si alguien quiere reclamar algo y poner en juego una vida nunca lo hace con la suya. Eta, por ejemplo.
El gobierno de Pekín prohíbe a la prensa extranjera acudir al Tíbet y zonas aledañas. Y los periodistas aceptan tamaño insulto como si nada. No sé, imaginemos que Obama prohibiera visitar algún estado norteamericano. O que Berlusconi hubiera dicho que a Sicilia no se va. Colas de reporteros habrían colapsado cualquier espacio por vedado que fuera. Pero en China, alarmantemente, se acepta el chantaje, la amenaza, la intromisión ilegal en sus profesiones, la desinformación. ¿Es posible caer más bajo?
¿Cómo debe de estar un pueblo para que se lleguen a quemar vivas cientos de personas? ¿Y cómo debe de estar el mundo para que nadie los atienda? Mañana caerá otro. O dos más. Quién sabe. Lo de menos es ya la cantidad. Porque o cambian de estrategia o de poco les va a servir empaparse en gasolina y prenderse fuego. Una anécdota, al fin y al cabo.