Hasta el gol de Mijatovic en Ámsterdam el seguidor del Real Madrid vivía de unas Copas de Europa tan lejanas en el tiempo que si querían recordarlas sólo podía ser mediante videos en blanco y negro. Cada vez menos testigos vivos y cada vez más leyendas que realidades de una afición en cierto modo acomplejada. Porque vivir del pasado pone a uno en un duro brete: negar el presente.
Restan cinco días para que se cumpla el primer aniversario del terremoto, tsunami y accidente nuclear de Japón y no son menos de cincuenta los periodistas patrios e internacionales que llevan ya días contando los cambios y novedades que se han producido en la zona en estos últimos doce meses.
La foto de la casa sin el barco sobre su tejado –para compararla se adjunta la inicial, con el yate sobre ella-, así como otras de árboles en solitario, destrozos y renovaciones, se administran junto a textos, algo folclóricos, donde familias menos exageradas que los plumillas relatan que para ellos la vida, en parte, sigue siendo feliz, aunque vivan bajo hogares prefabricados.
Búsquedas inútiles de sus seres queridos, reconstrucciones eficaces de zonas devastadas y algunas críticas al gobierno de Tokio, siguen siendo el pan nuestro de cada día con el que el dramático redactor nos cuenta desde la zona mutilada recordándonos a cada momento lo que ocurrió hace ya casi un año, cuando gracias a la manía de colocar cámaras de seguridad en cada esquina, el mundo entero pudo ver a Japón patas arriba, con clicks de famobil, coches de guisval y barcos de marquetería volando entre las olas de fairy –realmente eran personas reales, navíos auténticos y automóviles que acababan de ser estacionados los que literalmente fueron arrastrados por olas de treinta metros de altura- para fortuna de las televisiones y sus grises audiencias.
Es lícito recordar a las víctimas; es informativo conocer qué fue de aquello; y es profesional contarlo de primera mano. Pero mientras se vive del primer aniversario del drama nipón otros dos acontecimientos están siendo succionados por los medios que ignoran lo que sí está ocurriendo para centrarse en lo que fue. Ayer, otros dos tibetanos de las provincias de Gansu y Sichuan se inmolaron, en plena calle y a plena luz del día, como intentando reclamar la atención de un planeta que parece haber olvidado la causa tibetana, aplastada por un gobierno autoritario, racista e impropio de este mundo. Que ya ni Richard Gere abre la boca, lamentablemente.
A la vez, y hace sólo una semana, otra importante revuelta popular tuvo lugar a 250 kilómetros de Kashgar; una ciudad, por cierto, que está siendo tirada abajo por los malhechores de la historia: el Partido Comunista Chino. Patrimonio de la Humanidad y con más de dos mil años de historia, además de importantísima parada y fonda en la Ruta de la Seda, Kashgar está siendo destruida con la burda excusa esgrimida por Pekín de “prevenir la caída de edificios al ser zona sísmica”. En Sichuan los edificios tofu prefirió tirarlos abajo el terremoto, no los corruptos gobiernos local y central.
Y bien, son ya más de treinta tibetanos de tres provincias distintas (Tíbet, Sichuan y Gansu) los inmolados –otros cientos los detenidos- por enfrentarse a la turba de Pekín que allá por donde pisa, asola. Además de que en Xinjiang está ocurriendo otro drama que mantiene enfrentadas a ambas etnias, la uigur y la han. La sangre corre, la represión se asienta y las noticias, de teletipo -¡algunas sólo de la agencia oficial Xinhua!- demuestran que la profesión de periodista está en tela de juicio. ¿Contamos lo que ocurrió o lo que está pasando?
Debe saberse que el gobierno chino ha prohibido el acceso a la zona a periodistas. Pero no es menos cierto que los grandes momentos nacen de las grandes prohibiciones, sobre todo porque estas no tienen ni pies ni cabeza y se han creado con el único ánimo de permitir al gobierno de Pekín campar a sus anchas en ambas regiones.
32 años tardó el Real Madrid en dejar de vivir del pasado. Espero que la nube informativa se despeje antes. Por el bien de todos. “Contar lo que no puedo contar, mientras ande sobre la tierra, anclado a mi consciencia, atado a electrodos de silla eléctrica” (Antonio Arias dixit).
@JoaquinCamposR (Twitter)