Es incomprensible la fijación contra el menor en China. Teniendo en cuenta que las familias se desviven por sus hijos, atragantándolos de los regalos más inútiles así como de las comidas más diversas, no tiene sentido la continuidad en los ataques contra los infantes, de nuevo en la diana más tremebunda de este país.
Recuerdo los comentarios paupérrimos de buen parte de la población mundial cada vez que quiere sentar cátedra sobre los lugares donde nunca han pisado: “Los americanos están locos. Un estudiante entra en una universidad y acribilla a doce personas”. Cierto es, que a veces, esas salvajadas ocurren. Pero no es menos cierto que los malos malísimos americanos no entran a una guardería y empiezan a cortar el cuello de los bebés. Cosa ésta que aquí sí que ha pasado y no en una sino en algunas ocasiones en el último año y medio. De hecho la policía hace guardia en cada centro escolar tras tantos entierros.
El caso de la melamina aún escuece en un país tristemente acostumbrado a ver cómo se las gastan con los alimentos de primera necesidad. Unos hijos de puta, para que su negocio rindiera más –ese será el final de China y su supuesto “milagro económico”- introdujeron melamina en la leche para bebés. Tras este dislate no pocos menores fallecieron además de haber sido hospitalizados miles de ellos. Lo peor de todo es que los desgraciados que envenenaron a tanta gente creían que estaban obrando bien. Primero: estaban ahorrando costes; y segundo: aquí nadie diferencia entre alimenticio y venenoso. ¿No tendrá también el educador su parte de culpa?
Pero es que de nuevo los bebés y las empresas lácteas han sufrido un nuevo atentado por parte del hombre. En esta ocasión Ma Xiuling y Wu Guangquan retiene el nuevo título honorífico contra la sinrazón humana, al haber introducido a una empresa de la competencia nitratos en la leche con la idea de devolverles la torta tras una disputa comercial. A causa de esto tres niños de la provincia de Gansu han fallecido así como una treintena están hospitalizados. El gobierno local ha sentenciado a muerte a uno de ellos dejando al otro con una cadena perpetua a cuestas. Pero la pregunta es, aparte de estar o no de acuerdo con la pena capital: ¿Es posible que en este país, tan amante de sus niños y tan lastrado por la política del ‘hijo único’, haya tantos casos y tan consecutivos de acciones mortíferas contra esas indefensas criaturas?
Me imagino que en todos estos casos debe prevalecer una parte de locura, otra de ignorancia, y la más importante: la ansiedad que genera un país donde el fracaso económico te hacer parecer a los ojos del resto un ser despreciable. Por eso se entran con cuchillos carniceros en las guarderías, se inyectan pesticidas en el yogur, y en la leche en polvo se añaden productos químicos.
En unos días hablaré de más casos contra la cordura, los niños y las madres, con poblaciones donde se esterilizan a las mujeres sin que lo sepan, se realizan abortos al octavo mes de gestación y se roban a los bebés que transforman una familia tipo es otra numerosa. Y Unicef saltando a la comba.