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Como si se tratara de la puntuación de cualquiera de los dos equipos de la NBA en un partido con prórroga y en una noche con sus triplistas enchufados la cifra de inmolados en Tíbet, tras casi cinco meses estancada, ha subido un dígito llegando a la de 132. Mucha carne humana quemada sin que prácticamente nadie abra la boca. Y ya son casi cinco años.

El último héroe casi anónimo ha sido Lhamo Tashi, de 22 años, estudiante en el condado de Tsoe, conocido en mandarín como Hezuo, dentro de la provincia de Gansu, que se quemó a lo bonzo hace una semana frente a una comisaría de policía gritando consignas contra la invasión china y por el regreso del Dalai Lama. Mientras su cuerpo prendía con más fuerza su voz se iba consumiendo.

La policía se hizo con su cuerpo, que fue reclamado por sus familiares, siéndole devuelto una caja con cenizas dos días después. Como era de suponer ningún medio ha conseguido acceder a una zona que el gobierno chino prohíbe expresamente visitar. Por algo será.

Indiferentemente de que Tíbet sea o no china, de que el Dalai Lama sea o no una buena persona y de que Occidente manipule o no en este asunto interno –o no– de China debe quedar claro que nadie –ni políticos, ni periodistas ni la Humanidad, en general– se debe quedar de brazos cruzados ante una masacre en la que nadie pone atención.

En España se nos pone en huelga de hambre Iñaki de Juana Chaos, un asesino confeso, y nos preocupamos de que no fallezca por inanición. En China, ojo al dato, se queman chiquillos, monjes y estudiantes y cuando se incineran sus cuerpos, sin permiso ni conocimiento de los suyos, se reparten sus cenizas como si del correo ordinario se tratara.

Tíbet está viviendo una represión sin límite –como Xinjiang– y seguimos sin poder enterarnos de nada. Descanse en paz Lhamo Tashi. Aunque la pregunta es evidente: ¿quién será el próximo? ¿Alguien está aportando soluciones? Porque lo que sí se sabe es que China coacciona, detiene y encarcela a todo aquel que tiene algo que ver con los que dan su vida en el nombre del Dalai Lama y la libertad del Tíbet. O sea, soluciones que generan más injusticia y odio. Soluciones necias, como no se podían esperar de otra manera si se trata de China.

Y mañana viene Rajoy a Pekín. Den por supuesto que no abrirá la boca en recuerdo de los tibetanos muertos ni del Ilham Tohti, intelectual uigur que ayer fue condenado a cadena perpetua por apoyar la independencia de Xinjiang: su tierra. Que no sé para qué nos educaron en la democracia, las libertades y todos esos azucarillos que se disuelven en un océano cada vez que alguno de los nuestros se planta en este macabro país que lo peor de todo es que anuncia que va a dominar al resto de mundo. Y por ende, a someternos.